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Posted by Perra Latosa | Posted in , , , , , , | Posted on 15:48

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La vez pasada, en medio de una charla con una amiga (¡que me encantó y la voy a recordar por mucho tiempo!) surgió la idea del abandono. Conversábamos acerca del temor que todos tenemos de sentirlo y sobre el desamparo en el que quedamos inmersos a posteriori. Aún quienes se cubren de múltiples capas de autosuficiencia (no me miren) lo experimentan. Es algo tan primario...

Aunque como le dije a ella, yo creo en realidad que no es que nos dejen, simplemente las personas y las cosas cambian y surgen o conocemos nuevas. Nosotros también cambiamos y hacemos lo mismo.

La mayor parte de las veces no somos tan concientes de ese proceso, pero cada tanto aparecen seres tan especiales que nos obligan a tomar dato de ello y replantearnos la teoría sobre la casualidad y la causalidad.

Desde hace un tiempo, en que pude apreciar retrospectivamente la sucesión lineal de eventos y personas, me apoyo más en esto último...

Han aparecido quienes, sin saber cómo ni porqué, han tenido la habilidad de escalar a la careta y encontrarse conmigo. Que me obligan a repensar si existe o no el "karma", y divagar sobre los roles que han venido desempeñando desde tiempos inmemoriales. Cada uno de ellos me ha aportado parte de su sabiduría, conciencia e inconciencia; me han ayudado en el intento de ser una mejor persona -o padecer a ésta un poco menos- y se han incorporado a mi acervo afectivo sin que en ningún momento pudiera percibir ese gesto como algo propuesto de una u otra parte. Como si la memoria del afecto se hubiera despertado por sí sola y me hiciera sentir de inmediato la conexión. Es eso.

Quizás porque sea una de las mayores evidencias de lo que planteo, hay uno de esos encuentros que voy a destacar en especial. La forma en que se produjo es el día de hoy que me genera una profunda intriga, y es de estas conexiones espirituales que -tal vez de las que más- me obligó a plantearme la teoría.

Cuando lo conocí era de esas personas a las que yo distinguía tan sólo en la inmediatez, de esas que simplemente pasan sin que la estadía por nuestras vidas se nos figure ni remotamente, menos que tengan la aptitud suficiente como para obligarnos a efectuar una introspección tal, que podamos apreciar la mutación interna.

Sin embargo el tiempo demostró lo contrario, es de esos "mojones" que aparecen cada tanto que nos servirán de referencia si es cierto aquello de que el último día de nuestras vidas, aparecen ante nuestros ojos todas aquellas cosas y personas que han sido verdaderamente significantes. Siento que aprendí mucho de mí, desde que lo conocí.

Como sea, y contra todo pronóstico, un día me ví inmersa en medio de un intenso intercambio que hasta el momento no le encuentro mayor justificación que la del destino pues, desde que nos conectamos, estuvo omnipresente la sensación de ese rol presentido, el suyo y el mío.

No entendía el porqué a veces le hablaba de despedidas, porqué descarté de plano los "siempre", y tiene que ver mucho con lo que expresé allí arriba. Me resultaba muy complejo explicarle el porqué de esa sensación de que cada intercambio sería el último: es que yo intuía este asunto de los roles, ninguno volvería a ser la misma persona luego, y en algún momento deberíamos ceder al abandono como parte de ese ritual evolutivo. Al ser distintos, nuestro vínculo también lo sería y eso me provocaba una especie de nostalgia anticipada que no lograba conmover la certeza de que el afecto sólo podría cambiar para profundizarse.

Ya lo dije por ahí, yo no soy de aferrarme a las personas aunque sí a las cosas que me provocan. Por eso con todo lo egoísta que puedo llegar a ser cuando privarme de cosas lindas se trata, y pese a que he percibido como algo triste el despegue, hoy me alegra encontrarme con quien es. Ya no necesita de mí, no en el rol que pude haber desempeñado, ese -si es que lo tuve- lo percibo felízmente agotado. Hoy es como una flecha disparada: tiene todas las aptitudes prestas para, sin dejar de ser igual de maravilloso, desplegar todo su potencial y hallar la felicidad si continúa firme por el camino emprendido.

Te doy las gracias por todo lo que me brindaste, por soportar estoicamente mis embestidas anímicas, mis eternos devaneos, mis momentos de mayor insensatez y ser tan amable como para decir que lo disfrutaste. Yo continuaré soplándote las alas, mientras me habite la fuerza, para que no olvides la travesía y finalmente lo logres. Te extraño. Bienvenido. =)


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