En la línea

Posted by Perra Latosa | Posted in , , , , | Posted on 14:53

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Conversando con una amiga, surgió el tema del “¿Qué hubiera sido si...?" Esa pregunta formulada de otra manera, a ella la había inspirado oportunamente para plasmar sus impresiones en una nota de su blog que recomiendo, con su modo tan peculiar y que tanto disfrutamos quienes nos contamos entre sus asiduos lectores.

Es mi turno de expresar las que a mí me disparó su pregunta.

En un primer momento sólo reparé en que no sirve de nada lamentarse por lo no recorrido, lo no concretado, lo no gozado. No era para nosotros y se acabó el cuento. Lo hecho, hecho está y las elecciones efectuadas trazaron nuevos caminos y bifurcaciones que posiblemente sean consecuencia de ellas. Puede ser conformismo (hay altas probabilidades que así sea pero prefiero llamarle responsabilidad por los actos) y no le encuentro sentido lamentarme sobre la leche derramada y  no apreciar lo que puede abrirse adelante. Menos sentido aún tiene detenerse a mensurar la potencial pérdida derivada del acierto o error de esa elección.

Sólo nos queda procurar gozarlos o enmendarlos. Cada camino recorrido dejó su impronta en nuestra experiencia y el sacudirse de ellas, aún figuradamente, tiene un resabio de autotraición: no estamos siendo justos con lo que ahora somos. Sobre todo si tenemos en cuenta que no siempre tenemos a disposición siquiera la mínima certeza ni dato alguno respecto de lo que sucederá, y que no siempre al optar contamos con la libertad de no estar sujetos a alguna causa que nos apremie y no deje espacio para la reflexión.

En este último caso, si es que las elecciones estuvieron empañadas por la acuciante necesidad de tomar el primer rumbo que se ofreciera menos pedregoso ¿qué sentido tiene verlo con los ojos del hoy en donde el apremio fue superado, en dónde es fácil obviar aquello que pudo haberte condicionado a optar por tal o cual curso de acción? Hoy sos lo que sos en buena parte por lo que elegiste en su momento ser. Podés cambiar a futuro, pero el pasado no nos está a mano. Cualquiera gana la quiniela con el diario de mañana.

Continuamos la charla afinando el divague y surgió el tema de los momentos límites, esos que se pueden apreciar con mayor claridad visto desde lejos como bisagras en nuestras vidas, en los que tenemos la aptitud suficiente como para lograr lo que nos proponemos o arruinarlos en ese mismísimo instante. Cada detalle, por nimio que sea, cuenta. Es en ese momento en donde deben concretarse las cosas, no hay espacio para la anticipación ni la postergación menos para la duda: Una llegada tarde, una pregunta inapropiada, un nombre pronunciado por error, una huída, una respuesta impulsiva brindada desde la más profunda visceralidad o emotividad, un enojo, un beso bien estampado...pueden ser sumamente eficaces en estos momentos. Esas cosas que hacemos hasta mecánicamente todos los días, pero que en la línea tienen un efecto expansivo. Es fácil darse cuenta cuáles son, son esos que nos hacen felicitarnos o putearnos por muuuuuucho tiempo, en los que podemos ver con extrema claridad las líneas que se nos abren en unas u otras direcciones. No admiten medias tintas, están empapados por la adrenalina de la incertidumbre, del no saber qué sigue y que poco importe mayormente: hay que llevarlo a cabo o desecharlo por completo. Pueden o no venir precedidos de expectativa, mejor si no, capaz. Cuánto más misterio mejor...


Y a mí, que pese a que por mis arrojos temerarios estoy AHÍ de redactar un tratado de la loseritud, pareciera que no me basta con los estragos provocados ¡que voy por más!. Me sigue fascinando poder anticiparme a ellos y que no me agarren con una imprevista cobardía,  tentada siempre en cometer la picardía de meterle de prepo la cola al Diablo e intentar sortear con el último aliento, lo que parece un camino seguro. Lo único que suele convocarme a la mesura, es el temor de afectar a terceros pero cuando sólo está en juego mi persona y se cumple en principio la condición antedicha, no hay mucho margen para la cavilación. Es que cuando se trata de sentirse vivos, no es cuestión de andar con melindrosas concesiones. De última, le echamos la culpa al destino...

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¡Exactamente! De última siempre habrá alguien o algo que nos pasó para culpar, y sino será, como decís, el destino. Últimamente ante decisiones en las que estoy presente, es decir, que no tomo automáticamente, aunque suene mersa, sigo a mi corazón. Casi nunca le pifio.

Saludos!

Hace rato que no me preocupa mucho cómo suenen las cosas ni cómo los demás me perciben (a menos que eso implique un rédito económico que no puedo despreciar) así que si es mersa o no, no es lo que cuenta. Siga dándole bola a sus corazonadas, rara vez se falla cuando se arroja de la mano del instinto.

Siempre nos quedará Río.