Ubicuos

Posted by Perra Latosa | Posted in , , , , , , , , , , | Posted on 14:20

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Pese a reconocer la enorme ventaja que significaba contar con ellos, no pude evitar desde su aparición sentir cierto recelo hacia los celulares. Debe ser por eso que fuí forzada, -sí esa es la palabra-, a tener uno cuando las circunstancias no me dejaron otra opción. Pero a partir que lo tuve (y sucesivos) tampoco podía evitar que se accidentaran, extraviaran, estuvieran permanentemente descargados o que directamente no funcionaran. Parecía que mi aversión trascendía cualquier sentido de practicidad y toda mi energía negativa coartara el correcto desempeño del objeto en cuestión.

Tampoco es que no fuera conciente que era poco práctico y bastante pelotudo ese sentir. Simplemente sabía que no me interesaba "gozar" de esa ubicuidad que brinda este aparato, ese estar hallable TODO el tiempo, a CUALQUIER hora,  para CUALQUIERA que tenga el número y casi en CUALQUIER LUGAR  en el que tenga cobertura.

La verdad es que me rompe las guirnaldas sentirme tan ubicua, tan expuesta. Pero dejando al margen ese fastidio que hasta yo reconozco como irracional,  fue reciente el descubrimiento de una de las tramas que también subyacía a esa aversión casi impensable en el presente en que todo está dominado por las telecomunicaciones y tuvimos el tiempo suficiente para adaptarnos a ellas: se había perdido en cierto modo, la mística de los encuentros al sacrificarse con ese avance la espontaneidad de lo fortuito. 

Partamos de la base que cuando uno quiere y tiene ganas es fácil encontrar al otro. Sobre todo si ambos comparten ese ánimo. Pero en veinte años la dinámica de los encuentros se ha transformado radicalmente.

"ak stoi bldo"

Hace unos años, debías primeramente tener la suerte de tener un teléfono en casa. Caso contrario dependías del teléfono de alguna vecina piadosa a la que tampoco podías molestar a cualquier hora y mucho menos por huevadas de flirteos y eso.


 Este era re moderno, los de Entel tenían disco que arruinaban la manicure
Entonces la cosa era más o menos así: el flaco te pasaba su número, vos a él  o ambos en condiciones ideales. Luego venía la etapa de "quién llama a quién" y especialmente el "cuando",  tema que dominaría las charlas entre chicas en las tardes de ocio en esa etapa en que nuestras preocupaciones quedaban resumidas mayormente al sexo opuesto, sus costumbres y fundamentalmente, establecer el parecido del fulano de turno -con fórceps casi siempre- con la estrellita que nos gustara....ese día.

¡¡¡Seguís igual a Luciano!!!

La conclusión casi siempre era: llamar pronto es estar desesperada. Entonces pues, había que esperar a que el otro lo hiciera o animarse a llamar -sin cortar- una vez  cumplido el caprichoso lapso establecido en el contubernio para no dar fácil. Concluidos estos pasos pues, pasábamos a la etapa de concertar una cita. Uff, si éramos unas vivas.. (!)  

Y ahí comenzaba el misterio...

Si el lugar no era tan concurrido, el álea se reducía a la posible no concurrencia por causa de fuerza mayor o voluntaria disimulada de tal. Una vez en la calle, sólo contábamos con teléfonos públicos (los que sobrevivieran) y había que tener cospeles los que posiblemente habían hecho las veces de moneda en el bondi en tiempos de boletera. Ergo, al ser concientes y no tanto de estas limitaciones técnicas, no se requerían grandes habilidades para ocultar la ausencia de ganas -con eficiencia, para el caso de arrepentimiento- sin que tuvieras que fumarte por mucho el embole del otro por el plantón. Todo estaba mayormente en contra. Para lo que sí había que ser hábil, era para generarle culpa al otro por ser tan mal pensado cuando tu  abuelita estaba enferma, tus viejos no te dejaban salir o tu vida corría riesgo (?).

Pero estábamos en el supuesto en que las ganas fueran compartidas...

Entonces, la aventura pasaba cuando se fijaba el encuentro en algún lugar muy concurrido. Sea en una disco, en una playa o en un recital sin tener nada que pudiera darnos una referencia de dónde carajos estaba el otro, encontrarse pues, no era tan sencillo y con ello la expectativa depositada en la concreción del encuentro tenía más posibilidades de dilatarse (yo no tendré mucha paciencia pero si lo que voy a comer está bueno me gusta hacerlo de a poco y degustarlo biiiiiiiiiiiiien). Podíamos pasar horas girando hasta encontrarnos, y en medio tejer toda clase de especulaciones al respecto. Con suerte te lo encontrabas sin diez hijos y casado con otra que conoció...esa noche en que lo dejaste plantado.
 
Si finalmente se encontraban y la relación avanzaba, comenzaban los recíprocos llamados y allí sí, tenías que olvidarte de mantener conversaciones "privadas" y menos aún cachondas, sin la presencia de tus padres que casualmente prestaban atención a algún programa en la tevé y reducían el ruido  y la charla; o la de algún hermano molesto que pretendía ser remunerado por cumplir con su deber de no estorbar y menos aún de rajarte a la habitación con ese cable colita de chancho.




                         
"Uhm, ahm, ehhhhhhhhhmmm"
eran las respuestas a las interesantes propuestas 

Si por las vacaciones se distanciaban, extensas cartas -y hasta perfumadas- se cruzaban y con fortuna algún llamado que alivianara la nostalgia por el otro. Sí bueno, ahora están los mails y el messenger (otro homicida) pero la accesibilidad que tienen y permiten le resta mérito al compararlo con la gesta de escribir una carta e ir a un correo cuidando de pagar por el servicio certificado si es que pretendíamos que las noticias llegaran al menos dentro de un mes.  Ni las extensas colas ante las telefónicas para poder hablar dos minutos por un huevo y fracción. Había que tener muuuuuuuchas ganas. Se perdía en contemporaneidad, pero se ganaba en expresividad y las ansias por mantener contacto eran fácilmente mensurables por los escollos que debían sortearse.

Corolario: Se acabó el misterio, y las elucubraciones no sólo en torno a si nuestra pareja, amigos, familiares, están vivos, cómo lucen, cuánto daño ha hecho el paso del tiempo  en ellos, sino también acerca de la alineación de estrellas y demás designios del destino que parecían allanar el encuentro.  Cualquier vestigio de especulación de si los podemos ver, dónde, cuándo es fácil de remover con sólo un llamado. Hoy podés saber todo el tiempo del otro, ver tanto como quiera mostrar de sí  mediante los medios que están dispuestos para ello. Podés saber hasta la latitud en la que está. Pero también si hoy no querés que sepan de vos, no va a pasar mucho tiempo para que se note que es por falta de ganas y olvidate que tu boludez que antes era fácil de fraguar quede impune: caller ID, se llama el delator. Pues para colmo son buchones.  Nah, no jodamoss...¡hoy cualquiera se encuentra!


Comments (5)

Vos porque sos una romántica perdida querida. Cómo que un sms con el texto "hoy estoy a full y te re parto" o un mail que diga "Hola. Soy el del pub. Dale que nos encontramos?" no tienen espacio de elucubración o fantasía. Podés tratar de adivinar si lo escribió el tipo o un hermano, si te espera solo o con trío, si te contesta de nuevo o se le acabó el crédito, si se acuerda quien sos o te está confundiendo con la rubia que conoció el sábado... Ahhhh, dá para tanto!!!! Vos te quejás de llena. Para qué querés la cercanía de la piel, la profundidad de una mirada, la sonrisa plena de compartir una anécdota o el ritual de frenar toda rutina para dedicarte de lleno a un afecto?
Nada mejor que la tecnología para matar la fantasía amiga ;)

Lo peor es que aunque pudiéramos boicotear las antenas de los celulares, a Internet no hay con qué darle. Y a fin de cuentas, lo sabemos, la culpa no la tiene el chancho; aún cuando tenga algo de diabólico que cuente con el poder de robotizar al ser humano =P

Romántica o cursi, esa es la discusión que aún tenemos pendiente y que en algún momento reavivaré. Al final soy una perra flórica (?) que pretende ver, estar, palpar, tocar, pero sólo cuando tiene ganas. Los sms tienen lo suyo también, está bueno por ahí para compartir la inmediatez de un pensamiento o calentura, pero acordate de las ganas acumuladas cuando el encuentro se concretaba, eh?

Se acabó el picture and picture, el motion and motion de encontrarte como en cámara lenta con el chabón por el que te orinabas (literalmente, mirá si cuando rajabas al baño JUSTO llegaba a dónde te encontrabas, eh? eh?).

Lo de internet es otro rollo, y más si tenés muchas cuentas jujuju

Y lo peor de los teléfonos fijos (aunque deba admitir aquí que ya no me cocino al primer hervor) es que estaban ubicados en el centro neurálgico de la casa, por cuanto nunca había una comunicación en la que no participaran las madres y hermanas/os.

No era posible entablar una charla de mariconeo amoroso sin los gesto de toda la fauna familiar. Promiscuidad comunicativa que le dicen.

Jajajaja. Era así Mr. Quienes tenían la suerte que ENTEL se lo conectara, lo hacían allí y quienes eran aún más afortunados como para instalar dos aparatos sabían que en algún momento entre el "Cortá vos", "No, cortá vos" en el que se nos iban las horas alguien levantaría del otro lado para decir "¡¡¡¿¿¿Pueden cortar que necesito el teléfono???!!"

Y ya no es cuestión de años tampoco, las telecomunicaciones han logrado tirarnos varias sotas por encima de prepo.

Sostengo por acá que vivía mejor sin ellos. Y el asunto de la privacidad, con el fijo era fulerona, pero con el inhalámbrico se solucionó el problema. O sea celular NO TE NECESITO.