Clausura
Posted by Perra Latosa | Posted in clausura , desesperada frecuencia 0 , perdon | Posted on 19:10
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He hablado en otro post, acerca de mi percepción de los finales, incluso mencioné cómo muchas veces los forcé para aniquilar la duda o la angustia de su advenimiento. No es algo que me orgullezca, lo reitero.
Eso sí, hay finales y finales. Algunos se viven con alegría como aquellos en donde estamos esperando por la recompensa de un esfuerzo realizado, por haber arribado a la meta propuesta o recibido algo o alguien que esperábamos, para cerrar heridas o ciclos de tristeza o de crisis de cualquier orden. Y otros que llegan turbulentamente dejando heridas que creemos insanables.
El temor a la incertidumbre de lo que seguirá a ello, sin importar la causa, es algo que puede presentarse. Parece difícil pensarlo cuando la búsqueda reside en huir de situaciones dolorosas, pero lamentablemente muchas veces nos acostumbramos a que lo malo sea lo cotidiano, y nos cuesta funcionar en escenarios de calma, haciéndonos dudar del camino emprendido o la decisión tomada en contrario, sin importar lo calva que pinte la oportunidad de dar un salto a una mejor calidad de vida.
El único modo en que me resultó posible, luego de exorcisar muchos, muchísimos demonios de los que me habitaban fue dando vuelta las páginas a esos ciclos de temor o rabia. Pero para lograrlo sabía que tenía que superar también la ansiedad y el temor por lo que vendría, sin que quedara un resquicio de bronca o tristeza por lo que dejé atrás. Animarme a poner fin a relaciones y situaciones disvaliosas y hacerme cargo de lo decidido asumiendo el consecuente compromiso que implicaba.
Nunca odié a nadie, sí a algunas circunstancias por las que tuve que pasar mal y gratuitamente. Me parecía algo inexplicable, injusto y como me suele suceder siempre con las cosas de este tenor, me rebelaba, me daban muchísima bronca al punto de enfermarme de impotencia, por no poder canalizar adecuadamente esas sensaciones tan desagradables. Eso sí, jamás me tuve lástima, quizá eso sea un indicio de algo.
El tiempo en este caso sirve para poner perspectiva, para aplacar lo desagradable, pero no actúa sanando por sí solo, transcurriendo. El perdón sirve para eso: para ponerle un moño de clausura al ciclo que se aspira cerrar y acondicionarnos el alma para dejar la angustia atrás.
Sin embargo, pocas cosas suelen resultar más difíciles que pedir y sentir el perdón dado y recibido.
Hay que ceder, cosa que cuesta y mucho cuando nuestro ego nos demanda cierta espectacularidad en el acto, ver al perpetrador del dolor pasando por las mismas penurias que nosotros como si viéndolo bastara o contribuyera en algo y en ocasiones, tomando la vindicta como motivador de nuestras acciones y a la manera de un espejo, ver el reflejo de nuestras miserias padecidas en ellos. Más complicado cuando el perdón nos los debemos a nosotros mismos y creemos no merecerlo, condenándonos a una vida de mierda.
Hay que ceder, cosa que cuesta y mucho cuando nuestro ego nos demanda cierta espectacularidad en el acto, ver al perpetrador del dolor pasando por las mismas penurias que nosotros como si viéndolo bastara o contribuyera en algo y en ocasiones, tomando la vindicta como motivador de nuestras acciones y a la manera de un espejo, ver el reflejo de nuestras miserias padecidas en ellos. Más complicado cuando el perdón nos los debemos a nosotros mismos y creemos no merecerlo, condenándonos a una vida de mierda.
Nadie dice que sea fácil, a veces inexplicablemente nos aferramos a eso, es el hábitat en el que nos sentimos más cómodos porque todas las emociones nos resultan conocidas y no nos demandan ningún esfuerzo más que el de continuar tolerándolas o aceptándolas como parte de un destino, desentendiéndonos de las implicancias de nuestras renuncias y fundamentalmente, sin atender a la causa de la culpa que se esconde tras ella. Como si no tuviéramos arte ni parte en aquél.
Pero cerrar etapas sintiendo el perdón, dándolo y pidiéndolo a otros vale la pena y trae recompensas. Y si no se logra por sí superar las causas que nos retienen y nos lo impiden (yo no pude al menos), buscando los medios, la ayuda, para lograrlo. Pocas manifestaciones me representan tan gráficamente el amor hacia otros y especialmente a nosotros, como ésta.
Perdoname...me puse reflexiva.
Pero cerrar etapas sintiendo el perdón, dándolo y pidiéndolo a otros vale la pena y trae recompensas. Y si no se logra por sí superar las causas que nos retienen y nos lo impiden (yo no pude al menos), buscando los medios, la ayuda, para lograrlo. Pocas manifestaciones me representan tan gráficamente el amor hacia otros y especialmente a nosotros, como ésta.
Perdoname...me puse reflexiva.